lunes, 16 de abril de 2018

Algo sobre la Encuesta Cuckold 2018

Algo sobre la Encuesta Cuckold 2018


 Tras diez días de haber inciado esta aventura, puedo decir que estoy muy gratamente sorprendido por la respuesta y el apoyo a esta iniciativa 100% amateur. Al ser este un blog aficionado, que desgraciadamente por razones de trabajo atiendo solo de vez en cuando, resulta natural que tenga muy pocos seguidores (a quienes por cierto agradezco su apoyo), cosa que no me había preocupado, porque la intención del blog es básicamente servir como canal de expresión.

Sin embargo, el bajo "rating" sí es un problema cuando quieres investigar un tema que requiere la participación de mucha gente. Es por ello que haber llegado al momento a más de cien respuestas en la encuesta me ha sorprendido muy gratamente. Tenía idea de que los aficionados al cuckolding, deslumbrados por las delicias de su parte práctica, éramos poco atraidos por su parte teórica. Pero queda claro que no es así en muchos aficionados al tema, de manera que muchas gracias a quienes han apoyado el proyecto participando en la encuesta y mencionándola en redes sociales.

Pero, ¿cómo una encuesta puede ayudar a la gente que le gusta el tema cuckold? He leído o escuchado cada cosa sobre el tema: que si el tema cuckold es cosa de "raros", que si ser cornudo implica ser gay de clóset, que si los cornudos consentidores en realidad no aman a su mujer. En fin, cientos de mitos que tienen que ser eliminados. Al mismo tiempo, hay muchas preguntas razonables, ¿el estilo de vida cuckold es propio de gente de izquierdas?, ¿el grado académico influye en el gusto cuckold?, ¿qué les gusta a los cornudos?, ¿qué tan buena es la inteligencia erótica del cornudo?

Evidentemente, dar respuesta a estas interrogantes hace que entendamos mejor este mundo, y al entenderlo será más fácil e intenso su disfrute (conocimiento es placer, ¿quién puede dudarlo?). Y las encuestas son una forma de encontrar estas respuestas. Necesario es aclarar que esta encuesta no tiene validez científica, dado que no se hizo un muestreo aleatorio, pero sin duda, en combinación con otros estudios y un buen análisis (he puesto preguntas de validación), puede derivar resultados muy próximos a la realidad.

He recibido reatroalimentación muy buena para la siguiente encuesta. Estudiar, por ejemplo, solo a la parte cornuda y con pareja en este caso, fue un error, ya que el mundo cuckold implica muchos otros roles. Igualmente, quedan muchas preguntas que esta encuesta no nos podrá responder.

En fin, que material de estudio hay muchísimo y ya tendremos oportunidad de indagar en futuras encuestas. Por lo pronto, gracias reiteradas a quienes han ayudado en este proyecto contestando la encuesta, dándole difusión y retroalimentándome. Ya compartiré con la comunidad cuckold los resultados y el análisis por los mismos medios.


Reproduzco los vínculos, para quienes aún no hayan llenado la encuesta y deseen participar:


Versión en Español: https://goo.gl/forms/wuhvNufLCZ0XG4B53 (a ser llenada por personas cuya lengua nativa es el español - to be filled by people whose native language is Spanish)).

English version: https://goo.gl/forms/H9lLD8F2mfCuNRmc2 (a ser llenada por personas cuya lengua nativa no es el español - to be filled by people whose native language is not Spanish).

miércoles, 4 de abril de 2018

Encuesta Cuckold 2018

Encuesta Cuckold 2018




Para quienes estén interesados en aprender más sobre el mundo de los cuernos consentidos, les invito a participar en la Encuesta Cuckold 2018. Su propósito es indagar datos relevantes sobre este fabuloso fenómeno y analizarlos, a fin de derivar información útil e interesante relacionada con el mundo cuckold.

Me queda claro que no es un mecanismo 100% científico, ya quisiera yo, pero al mismo tiempo creo que puede derivar información de provecho. Si tienes pareja, inclinación cornuda y deseo de concoer más sobre el tema, por favor participa haciendo clic en el siguiente enlace (de Google Forms) y respondiendo la encuesta que te aparecerá. Son cinco minutos de tu tiempo respondiendo la encuesta, a cambio de contribuir con la investigación de este fascinante mundo.

Spanish version: https://goo.gl/forms/wuhvNufLCZ0XG4B53 (a ser llenada por personas cuya lengua materna es el español - to be filled by people whose native language is Spanish)).

English version: https://goo.gl/forms/H9lLD8F2mfCuNRmc2 (a ser llenada por personas cuya lengua materna no es el español - to be filled by people whose native language is not Spanish).

Tentativamente, la encuesta estará abierta por un par de meses, trancurridos estos, daré a conocer los resultados aquí y al mismo tiempo a los blogs y sitios que le hayan dado difusión a este proyecto, a manera de agradecimiento. La única intención de esta encuesta 100% amateur es ampliar la base de conocimiento que sobre el tema cornudo tenemos, ya que los científicos casi no se ocupan de estudiar este tema.

Cualquier sugerencia de mejora para futuras ediciones de la encuesta, con gusto las atenderé en los comentarios de esta entrada. También pongo a sus órdenes la cuenta de correo keratafilia@gmail.com.

De antemano, ¡gracias por participar!

martes, 3 de abril de 2018

Cómo lograr que mi mujer se acueste con otro

"Cómo lograr que mi mujer se acueste con otro" es una de las preguntas más planteadas a Google.


Sabemos que uno de cada dos hombres gustan de las fantasías cornudas (esas en las que imaginan a su pareja teniendo sexo con otros hombres), mientras que dos de cada tres de ellos desean llevar esta fantasía a la realidad. Hablamos de un número muy grande de hombres a quienes les gustaría que sus parejas les pusieran los cuernos. Al mismo tiempo, nueve de cada diez personas (hombres y mujeres) aceptan que serían infieles si ello no tuviera ninguna consecuencia negativa para su relación ni su persona.

Entonces, ¿por qué es tan difícil lograr convencer a nuestra chica de que nos ponga un buen par de cuernos? La respuesta es simple: los riesgos de las consecuencias negativas. De manera que a medida que logremos reducir estos riesgos, estaremos más cerca de lograr la "meta".

Empecemos por identificar estos riesgos:

  • Emocionales. ¿Y si la chica se enamora del "corneador" y se va con él? ¿Y si la chica pierde admiración por su pareja por ser un "cornudo"? ¿Y si el cornudo pierde admiración por la chica por ser una "puta"?
  • De salud. ¿Y si el corneador viene con algo más que una polla grande?
  • De embarazo. ¿Y si la chica sale embarazada del corneador?
  • Sociales. ¿Y si alguien se entera y la reputación de la pareja y las personas se viene a pique?

¿Y si hay algún otro riesgo que el escritor de esta artículo está dejando de lado?

Bueno, con tantos riesgos, es de entender que haya tanta resistencia, pero los retos son para enfrentarse. Así que, ¿cómo eliminar estos riesgos? Si tuviera que resumirlo en dos palabras sería: "inteligencia erótica".

La inteligencia erótica es la capacidad de desarrollar una vida sexual plena, sana y satisfactoria. Se basa en tres pilares: conocieminto de sexualidad y erotismo, autoconocimiento y conocimiento de la pareja. Estos pilares pueden apuntalares con aprendizaje y comunicación. Leer artículos y libros sobre sexualidad, ver videos, escuchar audios; la red está llena de materiales de este tipo. Este aprendizaje debe ser realizado por ambos, no sirve de mucho que una parte de la pareja se esmere y la otra se encierre en su ignorancia. Paralelamente al aprendizaje, se debe compenetrar la pareja, compartiendo sus aprendizajes y sus puntos de vista. Una mente abierta y bien amueblada ayuda mucho. No es de extrañar que haya una fuerte correlación entre nivel de satisfacción sexual y nivel académico de las personas.

El proceso de lograr una buena inteligencia erótica no es automático, toma su tiempo, que puede ir de meses a años. Pero al final, una pareja con buena intelgencia erótica tiene respuestas simples para las preguntas planteadas:

  • ¿Y si la chica se enamora del "corneador" y se va con él? Esto difícilmente pasaría si la relación de pareja es sólida. Definitivamente el estilo de vida de cuernos no es para parejas frágiles, si quieres conservar tu relación al tiempo que tu mujer te ponga el cuerno o que tu marido te permita ponerle el cuerno, definitivamente antes debes fortalecer tu relación de pareja en todos sus ámbitos.
  • ¿Y si la chica pierde admiración por su pareja por ser un "cornudo"? Una mujer educada en el erotismo entiende la característica cornuda de su marido como un valor positivo. El cornudo es alguien que ama tanto a su pareja, que disfruta de su placer, ¿dónde está el motivo de vergüenza o degradación?
  • ¿Y si el cornudo pierde admiración por la chica por ser una "puta"? Un hombre eróticamente preparado sabe que, lejos de ser una "puta" (en el mal sentido de la palabra), una mujer eróticamente libre es una persona fascinante, digna de la mayor admiración y respeto.
  • ¿Y si el corneador viene con algo más que una polla grande? El sexo es para disfrutarse, no para sufrirse. Por tal razón, toda medida para eliminar el riesgo de contagios de ETS debe ser aplicada. Desde sexo con protección, hasta análisis clínicos.
  • ¿Y si la chica sale embarazada del corneador? Lo mismo que el punto anterior. Hoy en día hay tantos recursos de anticoncepción, que para una pareja educada sexualmente es prácticamente imposible un embarzo no deseado.
  • ¿Y si alguien se entera y la reputación de la pareja y las personas se viene a pique? Hay entornos más complicados que otros. Hay gente a la que no le afecta nada si alguien se entera de su estilo de vida, pero para casos en los que la reputación es muy importante, la palabra clave es discreción. Por ejemplo, si viven en una comunidad de mente cerrada y consideran riesgosa la práctica del estilo de vida de cuernos, pueden simplemente pasar vacaciones en lugares más propicios y discretos. La imaginación es el límite.
Para finalizar, un consejo práctico para esas personas que han preguntado a Google "cómo lograr que mi mujer se acueste con otro"... cambien su pregunta, mejor pregunten "cómo mejorar mi relación de pareja". Eventualmente no solo lograrán la "meta", sino que llegarán mucho más lejos, en el sentido de que lograrán niveles de placer, satisfacción y felicidad que van más allá de lo que la sola práctica de los cuernos sonsentidos puede ofrecer. Y no estoy dando un consejo moralino, todo lo contrario, una pareja con plena inteligencia erótica es capaz de llegar a estadíos de satisfacción inimaginables. O al menos eso me han contado ;)

jueves, 22 de marzo de 2018

Esther Perel: Repensando la infidelidad

Repensando la infidelidad... una charla para quien haya amado alguna vez

Calquier blog dedicado a la infidelidad está incompleto si le falta una referencia a las charlas de Esther Perel sobre el tema. Esta terapeuta de pareja belga, reconocida por la excelente difusión de conceptos relacionados con la inteligencia erótica, ha puesto el dedo en la llaga cuando ha hablado de infidelidad.

Algunas de las joyas de esta charla, que pueden escuchar en https://www.youtube.com/watch?v=P2AUat93a8Q:

  • "La infidelidad es un simple acto de transgresión que puede arrebatarle a una pareja su relación, su felicidad y la propia identidad". 
  • "El adulterio ha existido desde que se inventó el matrimonio, así como también, el tabú en su contra... se trata del único mandamiento que se repite dos veces en la Biblia: una vez por hacerlo, y otra tan solo por pensarlo".
  • "La monogamia solía ser 'estar con una persona de por vida'... hoy, la monogamia es 'una persona a la vez'".
  • "...la definición de la infidelidad sigue en expansión: sexting, ver porno, participar en secreto y activamente en aplicaciones de citas. No hay una definición universalmente acordada".
  • "El 95 % de nosotros dirá que está terriblemente mal que nuestra pareja mienta sobre tener una aventura, pero casi la misma cantidad de nosotros dirá que exactamente eso haría en caso de tener una aventura".
  •  "Nunca como hoy ha sido más fácil engañar, y nunca ha sido más difícil guardarlo en secreto".
  •  "Cuando el matrimonio era  una empresa económica, la infidelidad amenazaba nuestra seguridad económica. Pero ahora que el matrimonio es un acuerdo romántico, la infidelidad amenaza nuestra seguridad emocional".
  • "Tenemos un ideal romántico en el  que nos volcamos a una persona para satisfacer una lista  interminable de necesidades: ser mi mejor amante, mi mejor amigo, el mejor padre, mi confidente, mi compañero emocional, mi par intelectual. Y yo: la elegida, la única, indispensable, irreemplazable, la elegida, y la infidelidad me dice que no".
  • "Debido a este ideal romántico, confiamos en la fidelidad de  nuestra pareja con un fervor único. Pero nunca fuimos tan propensos a descarriarnos, y no porque hoy tengamos nuevos deseos, sino porque vivimos en una era en la que sentimos que tenemos derecho a cumplir nuestros deseos, porque en esta cultura  merecemos ser felices. Y si solíamos divorciarnos porque éramos infelices, hoy nos divorciamos porque  podríamos ser más felices".
  •  "El supuesto típico es que si alguien engaña, hay algo mal en la relación o uno tiene algo mal. Pero millones de personas no pueden todas tener patologías".
  •  "La lógica dice así: si uno tiene en casa todo lo que necesita, no tiene por qué buscarlo en otro sitio. Pero, ¿y si la pasión tiene una vida útil finita? ¿Y si hay cosas que incluso  una buena relación nunca puede ofrecer? Si incluso las personas felices engañan, ¿de qué se trata?".
  • Mis pacientes "a menudo son personas profundamente monógamas en sus creencias, pero se encuentran en conflicto entre sus valores y su comportamiento. A menudo son personas que han sido fieles desde hace décadas, pero un día cruzan la línea que nunca pensaron cruzar, a riesgo de perderlo todo". 
  • "Las aventuras son un acto de traición, pero también una expresión de añoranza y pérdida. En el meollo de una aventura, siempre encontrarán un anhelo y un deseo vivo de conexión emocional, de novedad, de libertad, de autonomía, de intensidad sexual, un deseo de recuperar partes perdidas de nosotros mismos o un intento por recuperar vitalidad de cara a la pérdida y la tragedia".
  • "...cuando buscamos la mirada del otro, no siempre nos alejamos de nuestra pareja, sino de la persona en la  que nos hemos convertido. Y no es tanto que estemos en busca de otra persona, sino en busca de otro yo. En todo el mundo, hay una cosa que la gente que tiene aventuras siempre me dice: "se sienten llenos de vida".
  •  "La muerte y la mortalidad a menudo viven a la sombra de una aventura, porque plantean estas preguntas. ¿Es todo? ¿Hay algo más? ¿Voy por otros 25 años así? ¿Nunca volveré a sentir eso otra vez?... Tal vez estas preguntas son las que impulsan a la  gente a cruzar la línea, y que algunas aventuras son un intento  por contrarrestar la falta de vida, un antídoto contra la muerte".
  •  "...las aventuras tienen que ver menos con el sexo y más con el deseo: deseo de atención, deseo de sentirse especial, deseo de sentirse importante. Y la propia estructura de una aventura, el hecho de nunca poder tener al amante, aviva el deseo".
  • "Algunos probablemente piensan que las aventuras no ocurren en las relaciones abiertas, pero sí ocurren... el hecho es que parece que incluso cuando tenemos la libertad de tener  otras parejas sexuales, todavía nos atrae el poder de lo prohibido; que si hacemos lo que no se supone que debemos hacer, sentimos como si hiciéramos  realmente lo que deseamos".
  • "Le he dicho a una buena  cantidad de mis pacientes que si pudieran llevar a sus relaciones una décima parte de la audacia, la imaginación y el brío que ponen en sus aventuras, probablemente nunca tendrían que verme".
  • "He notado que muchas parejas inmediatamente después de una aventura, gracias a este desorden que en realidad  puede dar lugar a un nuevo orden, tendrán conversaciones profundas con honestidad y apertura como no tuvieron en décadas. Y parejas sexualmente indiferentes de repente sienten una lujuria tan voraz, que no saben de dónde viene".
  • "Una buena parte de quienes tienen aventuras pueden sentirse terriblemente culpables por herir a su pareja, sin embargo, no culpables por  la experiencia de la aventura en sí".
  • "La traición en una relación viene en muchas formas. Hay muchas maneras de  traicionar a nuestra pareja: con desprecio, con negligencia, con indiferencia, con violencia. La traición sexual es solo una manera de hacer daño a una pareja. La víctima de una aventura no siempre es la víctima del matrimonio".
  • "No estoy a favor de las aventuras, pero como creo que algo bueno puede salir de una aventura. No recomendaría tener una aventura como tampoco recomendaría tener cáncer y, sin embargo, sabemos que  la gente que ha estado enferma a menudo habla de cómo la enfermedad les ha dado una nueva perspectiva. Veo las aventuras desde una doble perspectiva: daño y traición por un lado, crecimiento y autodescubrimiento  por el otro...".
  • "Les digo a las parejas que vienen a mí tras un episodio de infidelidad: hoy en Occidente, la mayoría de nosotros tendremos dos o tres relaciones, o matrimonios, y algunos de nosotros los tendremos con la misma persona. Su primer matrimonio terminó. ¿Desearían crear un segundo matrimonio juntos?"

miércoles, 21 de marzo de 2018

Una historia de cuernos 4





Por años había alimentado en mi mente la fantasía de saber a mi mujer enredada sexualmente con otro, y finalmente mi sueño se había hecho realidad. El suertudo fue un expretendiente de ella a quien la muy zorra invitó, a sugerencia mía, para hacer realidad mi fantasía.

El fin de semana del reencuentro entre ellos fue un parteaguas en nuestra relación de pareja. Si bien, puedo decir que no me arrepiento de lo sucedido, debo también reconocer que a partir de aquella fecha ocurrieron algunos cambios que bien pueden compararse con las espinas de una rosa. A partir de aquella fecha Mónica fue menos complaciente para conmigo en la cama, por ejemplo.

Desde los primeros días a partir de que me puso los cuernos, pretextaba cualquier cosa para eludir el sexo. Que le dolía la cabeza, que estaba cansada, que tenía sueño. A veces simplemente sacaba del clóset el vibrador que me había regalado y me lo entregaba, dándome a entender que si quería placer me lo diera yo mismo.

Intrigado por su actitud y tomando ventaja de que sabía cómo acceder a sus conversaciones por Messenger, pude constatar que su relación con Juan Pablo no sólo continuó después de su encuentro, sino que se hizo más intensa. Solían tener sexo virtual, lo que explicaba en parte su inapetencia para conmigo por las noches. Cuando ella le platicaba acerca de su frialdad para conmigo porque “no me le antojaba nada”, él le festejaba la actitud, diciéndole que era lo más normal porque ahora tenía a un “hombre de verdad”, a lo que ella asentía. Fue también por el espionaje de Messenger que pude comprobar que la idea del vibrador había sido de él… “cuando esté jarioso dale el dildo para que se lo meta”, le decía.

Pero la ausencia de sexo no era lo único que había cambiado en nuestra relación. La manera en que ahora se dirigía a mí y las cosas que decía de mí a su amante por el Messenger, me hicieron comprender que si acaso alguna vez ella había tenido algo de respeto y admiración por mí, ahora muy poco de eso quedaba.

Esta nueva realidad en nuestra relación habría sido fatal de no ser porque… ¡me gustó! ¿Puede alguien sentir cierto placer al saberse maltratado por su pareja? Si me hubieran hecho esa pregunta anteriormente, seguramente habría respondido con un “no” contundente, pero desde que lo empecé a vivir comprendí este tipo de relaciones. No es que no se sufra siendo maltratado por la pareja, sino que de alguna manera el sufrimiento se disfruta. Es extraño, lo sé.

Cuatro semanas después del primer fin de semana que pasó con su amigo, Mónica me avisó que de nuevo vendría él a la ciudad. Esta vez no hubo un “¿me das permiso?”, simplemente un viernes, durante el desayuno, me dijo “hoy viene Juan Pablo, voy a llegar algo tarde”. En vez de reclamarle o por lo menos pedirle explicaciones, sólo atine a decirle “okey, mi cielo”, mientras por dentro la conocida sensación de celos mezclados con morbo me inundaba.

A diferencia del primer fin de semana que pasaron juntos, en el que ella llegó a casa durante la madrugada del sábado, esta vez ella me mandó la noche del viernes un mensaje por celular diciéndome que no me preocupara, que regresaría hasta el domingo. Fueron días muy largos que me tuvieron sumido en la excitación y la depresión. “Mi mujer cogiendo descaradamente con otro”, ¡qué rico! “¿Pero me está dejando?”… gulp. Como en aquel primer fin de semana, acudí a las conversaciones de Messenger que habían sostenido en días pasados. Entre ellos todo era lujuria y miel. Cuando él hablaba de mí se refería al “cornudo”, al “marica”. Ella le reía sus burlas pueriles. Fue por estas conversaciones que me enteré, entre otras cosas, de que su plan desde un principio era pasar todo el fin de semana juntos. Y así fue, no vi a mi mujer sino hasta el domingo a mediodía.

- ¡Ya llegué! – me dijo al llegar, como si viniera de la tienda de la esquina. Lucía radiante y feliz, con un atuendo de piruja de lo más sexy. Me paré para darle la bienvenida con un beso y ella me abrazó lujuriosamente entregada con el beso francés más efusivo que yo recuerde.

- ¿A qué te supo mi boca? – me dijo pícaramente al oído una vez que dejamos de besarnos - ¿quieres lamerme el conejito? – remató mientras levantaba su minifalda de prostituta para quitarse las bragas.

Era obvio, o al menos así me pareció, que me estaba insinuando que estaba impregnada de macho y, sin saber si para humillarme o para compartirme su morbo, me invitaba a lamerla. No lo dudé un instante, y al momento siguiente me encontraba hincado a sus pies lamiendo su irritado chocho. Ella me sujetaba de la cabeza y frotaba su sexo contra mi boca. Días después supe, por medio del espionaje del Messenger, que este ritual le había sido encargado por el tal Juan Pablo, “¿hiciste al llegar lo que te dije?” le preguntaba él; “claro, burrito, debiste ver cómo me lamía el conejito jiji”, le contestaba ella. De puto y maricón no me bajó él.

Pasadas las semanas, al recibir los estados de cuenta de las tarjetas de crédito, pude comprobar que tanto la cuenta del hotel como las de los restoranes de aquel fin de semana, fueron cargadas a mis tarjetas. Eso era cinismo, el wey se follaba a mi esposa en un hotel y, no contento con eso, hacía que ella pagara las cuentas. No resistí y le comenté el detalle a Mónica. Ella sólo rió diciéndome que no fuera mezquino, que finalmente yo había provocado todo… y tenía razón.

Para colmo, la aventura de mi zorra no sólo afectó mi cartera, sino también mi entorno social, ya que recibí una nota en papel y dos correos electrónicos de personas anónimas que decían conocerme, advirtiéndome que habían visto a mi mujer en un hotel con otra persona. Bueno, ¿qué esperaba? No quise poner al tanto de esto a Mónica, para no preocuparla, pero ella misma, días después, me confesó haber visto un par de conocidos aquella vez.

Durante los siguientes meses se las arreglaron para verse al menos un fin de semana por mes. Un par de veces ella fue a visitarle a su ciudad, pero para reducir el “qué dirán”, terminaron citándose en una ciudad “neutral”. En alguna ocasión que se atravesó un puente, viajaron hasta Cancún, lo que luego dieron en llamar su “luna de miel”.

Otra vez se reunieron en mi propia casa, aprovechando que yo había salido ese fin de semana por razones de trabajo. Y lo más curioso es que no me enteré por voz de ella, sino que él se encargó de dejar diversas huellas, como unos zapatos de hombre en el baño y unas manchas sobre el edredón de mi cama, que ella no vio o no se interesó en ocultar.

- ¿Y esto? – le pregunté señalando los zapatos.

- Ah, son de Juan Pablo, los olvidó.

- ¿Cómo que “los olvidó”?

- ¿Qué parte de “los olvidó” no entiendes?

- Pues todo ¿cómo de que “los olvidó”?, ¿acaso estuvo aquí?

- ¿No es obvio?

- ¿Cuándo?

- ¿Cómo “cuándo”? Estuviste fuera una semana y vas regresando, queda claro que estuvo aquí mientras tú no estabas. ¿Por qué tanta pregunta?

- Pues porque si alguien viene a mi casa cuando yo no estoy, lo menos que espero es enterarme ¿no?

- ¿Qué es lo que quieres oír? ¿Que pasó el fin de semana aquí y me folló como tú nunca podrás hacerlo?

Enmudecí con esa respuesta. A pesar de que ya eran meses los que llevaba poniéndome el cuerno, nunca había abordado el tema con tanta crudeza. Al ver mi reacción cambió su actitud, como si se hubiera dado cuenta de que había sido demasiado ruda.

- Ven, chiquito, siéntate aquí – me dijo condescendientemente mientras se sentaba en la cama y con su mano me indicaba el sitio al lado suyo. Obedecí.

- ¿Sabes? No me arrepiento de haberme casado contigo – me dijo, mientras acariciaba mi cabeza como una madre acaricia la de su hijo - Juan Pablo es un hombre maravilloso, que me ha hecho volver a sentirme mujer, como hacía tanto tiempo no me había sentido. Sin embargo, jamás lo cambiaría por ti. Quitando la parte sexual, tú lo eres todo para mí. Eres el amor de mi vida y si tú me lo permites estaré contigo para siempre. No obstante, debemos ser realistas. Tú mismo me señalaste la puerta a un mundo que no imaginaba. Tú mismo me invitaste a entrar, entré y no quiero salir de él, necesito ese mundo. Si me sigues aceptando en tu vida, permaneceré a tu lado, es lo que yo deseo, pero no me pidas por favor que vuelva a ser la mujer asexual que por varios años tuve que ser a tu lado, porque no podría. Tú eres dulce, tierno, comprensivo, detallista, interesado en mi bienestar… adoro eso de ti, pero nadie es bueno en todo y debemos reconocer que la parte sexual no es tu fuerte. Cuando lo hago contigo es como si lo hiciera con una mujer… y no soy lesbiana. No siento nada. Yo necesito un hombre de verdad. No es que no seas hombre, me refiero al plano sexual. Si permites que siga viendo a Juan Pablo seré la mujer más feliz del mundo porque lo tendré a él en lo sexual, y a ti en todo lo demás. No podría pedir más. Si crees no poder con esto tendríamos que ir pensando en una solución, pero no puedo dar marcha atrás. ¿Me comprendes?

Quedé petrificado. Jamás antes mi mujer me había hablado con tanta claridad. No supe qué decir.

- Anda, quita esa cara de niño regañado, ¿no te gusta consentirme? ¿No te complace saberme complacida? – me dijo después de un par de minutos en los que el silencio gobernó la habitación.

Asentí a sus preguntas con un movimiento de cabeza.

- Pues ya está, chiquitín. Cero celos de hoy en adelante y todos felices ¿vale? – respondió, para luego darme sendos besos en mi cornuda frene.

Si la vida sexual entre nosotros se había enfriado desde la reaparición de Juan Pablo en la vida de Mónica, las semanas siguientes, a raíz de esta plática, fueron aún peores. La verdad es que después de su confesión en el sentido de que yo ya no la estimulaba en el plano sexual, mis propias ganas se vinieron abajo y convivimos por ese tiempo como lo hacen dos hermanos. Yo consolándome con eventuales pajas imaginando sus infidelidades, y ella “reservándose para su burrito”, como ella misma decía, argumentando que cuando lo hacía con él después de varias semanas de no hacerlo, podía pasar horas y horas follando.

- Voy a verme este finde con Juan Pablo, chiquito – me dijo al cabo de unas tres o cuatro semanas de la charla donde se sinceró.

- Ah, okey – atiné a decirle.

- La pasó muy bien cuando vino a la casa y quiere volver a pasarla aquí.

- Pero no tengo contemplado salir esta vez, cariño.

- A él no le importa eso. De hecho, tiene la fantasía de que estés presente y asumas un rol de servidumbre.

- ¿Un rol de servidumbre?

- Sí, que te vistas de mayordomo… o de sirvienta jiji… y nos atiendas en lo que pidamos ¿no sería genial?

- ¿Genial? No lo creo. Como que ya ha ido demasiado lejos Juan Pablo con este asunto. Primero se adueña de ti… ¿y ahora se quiere adueñar de mi casa y hacerme su mayordomo? ¡Está mal de la cabeza! – le dije fingiendo indignación. Por dentro sentí desfallecer de la excitación que me provocaba la idea de ser incluido en sus depravados juegos. Era claro que Juan Pablo se había documentado esta vez con el tema de humillación que tanto nos seduce a muchos cornudos.

- ¡El exagerado y unos cuates!, jiji. Ya hablamos de eso, cariño. Yo sigo siendo tan tuya como siempre… y tu casa también jiji. Sólo estamos hablando de un juego. En verdad me hace mucha ilusión complacerlo en esta fantasía. ¿No lo harías por mí? – me dijo con esa carita de cachorra triste con la que sabe que nunca le niego nada.

- ¿Hacer qué? – fingí de nuevo.

- Esto de vestirte como sirvienta y atendernos.

- ¿No dijiste que como mayordomo?

- Si quieres como mayordomo, pero el burrito jura que será más divertido para todos si te vistes de chacha jiji. ¡Anda! No te hagas del rogar, que los dos sabemos que dentro de ti hay una nena – me dijo, mientras llevaba su mano a mi trasero, como insinuando homosexualidad por el hecho de que disfruto de la estimulación anal. De nuevo aflorando su ignorancia en materia sexual, pero bueno, no le podía pedir peras al olmo, el juego me atraía mucho y acepté simulando hacerlo a regañadientes, aunque resultó muy obvio mi estado de excitación.

Unos días después de esta plática espié las conversaciones por Messenger, constatando cómo mi mujer y su amante se burlaban del hecho de que yo hubiera aceptado tan fácilmente la propuesta. “Le dije que llevaba dentro una nena y no lo negó”, decía ella. “Además de maricón, fácil”, decía él.

Llegado el día del encuentro, un viernes, me pidió que no fuera al trabajo para según ella “arreglarme”. Decía que tenía que verme lo más femenino posible, así que se tomó la mañana para arreglarnos a los dos. Me depiló por completo y me maquilló. Hizo que me vistiera con baby doll, un mandil muy mono y una cofia que había comprado días atrás. También me dio unos zapatos de tacón de ella, obviamente me quedaban chicos, pero no le importó. Me instruyó también ser muy obediente con el “señor de la casa”.

Por ahí de las seis de la tarde sonó el teléfono. Era él para avisar que estaba entrando a la ciudad. En cosa de quince minutos se escuchó el timbre.

- Ábrele al señor – me ordenó ella, metida en su papel de “la señora de la casa”.

Abrí la puerta y ahí estaba él, con una sonrisa socarrona que se acentuó en cuanto me recorrió con la mirada.

- Buenas tardes, Maruja – me dijo burlón. ¡”Maruja”! Ése era el nombre con el que el muy canalla había bautizado a mi personaje.

- Buenas tardes, señor – contesté fiel a mi papel.

- Hola, cariño – le dijo a mi mujer acercándose a ella.

- Hola, mi cielo – contestó Mónica sonriente, enfundada en un precioso vestido corto y escotado, cuya transparencia dejaba ver las areolas de sus senos y el diminuto tanga.

Se enfrascaron en un lascivo abrazo en el que sus bocas dieron rienda suelta a la pasión, al tiempo que sus respectivas manos magreaban sin el menor recato. Por fin la escena tantas veces imaginada en mi mente ocurría ante mis ojos.

- ¿No te han dicho que es de mala educación espiar a las parejas en la intimidad? – me dijo Juan Pablo, interrumpiendo el festín por un momento. Quedé petrificado. ¡¿El fulano que se folla a mi esposa hablándome así en mi propia casa?!

- ¡Vete a la cocina! – me dijo mi mujer en tono severo, y sin esperar a que me marchara reanudaron sus caricias.

Sin decir nada, como perfecto imbécil, obedecí ciegamente. Y con las dificultades propias de quien no acostumbra calzar zapatos de tacón, que además me quedaban apretados, caminé hasta la cocina, dejando al par de tórtolos fajando descaradamente. En cuanto entré a la cocina algo se dijeron en secreto, para luego soltar una carcajada. Se veía que les divertía mucho el asunto de humillarme. De momento yo no me sentí muy bien que digamos, pero lo entendí como parte del juego y tomé asiento en la cocina, escuchando, provenientes de la sala, los ruidos propios del escarceo impúdico de una pareja: besos, gemidos, susurros y demás.

- ¡Maruja! – gritó mi mujer al cabo de unos minutos.

Me levanté y acudí a la sala. La encontré sentada sobre él, frente a frente, de manera que sus respectivos sexos hacían pleno contacto mediando entre ellos el pantalón de él y las bragas de mi mujer. Ella volteó, y con una sonrisa burlona me ordenó:

- Vete a comprar unos Marlboro para el señor.

Él sacó su cartera de pantalón y aventó sobre el piso un billete.

- ¿Así? – le pregunté en tono de reproche, señalando con mis manos mi atuendo y mi rostro maquillado.

- Así y rápido - respondió con soberbia.

¡Puta! En ese instante me dieron ganas de mandar a la chingada el dichoso jueguito. ¿Cómo demonios iba a salir así? ¿Estaba pendeja? Pero en eso recordé que en la cochera tenía cosas que me podían ayudar, así que recogí el billete, tomé las llaves del auto y de la casa, y salí hacia la cochera. Una vez ahí, tomé una bata, una gorra y unas botas que uso cuando arreglo el jardín. Subí al coche y me puse unos lentes oscuros. Aunque a un par de cuadras de mi casa hay una tienda, preferí ir a otra, distante unas seis cuadras, pero en la cual no es preciso bajar del auto. Quería arriesgarme lo menos posible a que alguien notara algo propio de “Maruja”. En el lugar tapé parte de mi rostro con una mano al solicitar los cigarros, para ocultar el maquillaje. Por la cara del sujeto que me atendió, sí debió ver algo raro en mí, pero la cosa no pasó a mayores y regresé a casa con la misión cumplida.

Ya en la cochera reasumí mi disfraz de “Maruja” y entré a la casa. Ya no estaban en la sala. Los encontré en la recámara. Estaban recostados sobre la cama, besuqueándose como novios.

- Sus cigarros y el cambio, señor – dije al entrar.

- Déjalos sobre el tocador, Maruja. Quítale los zapatos al señor y desabrocha su cinturón para que esté más cómodo. – me dijo mi mujer. No cabía duda de que se estaba pasando, pero me mantuve en el juego. Quité los zapatos al “señor” y desabroché su cinturón “para que estuviera más cómodo”.

- Se te antojó ¿verdad? – me dijo ella en cuanto desabroché el cinturón de su amante.

- ¿Perdón?

- No te hagas la mosquita muerta. El señor sabe que eres una ramera que gusta de meterse dildos. Seguro has fantaseado con comerte su herramienta.

- Mnnno… - dije balbuceante.

- ¡Además de guarra, mentirosa! Las que son como tú, anhelan que su pareja lo haga con otro para realizar a través de ella sus fantasías homosexuales reprimidas – dijo en tono sabiondo.

Volvió la burra al trigo con su ignorancia. No saben nada los que aseguran que los cornudos somos homosexuales reprimidos. Habrá excepciones, pero a la mayoría nos gustan las mujeres. Claro que dentro del placer de la humillación cabe perfectamente la de ser sometido a prácticas que involucren sexo con el amante, pero eso no es homosexualidad, sino morbo. Hay quienes no entienden la diferencia y mi mujer y su amante están entre ellos.

- Quítale el pantalón y besa la verga que hace lo que la de mi marido no puede – me dijo al tiempo que en la boca del sujeto se dibujaba de nuevo su sonrisa socarrona.

Dudé un instante, pero no pude dejar el juego. Cuando me acerqué para quitarle el pantalón a Juan Pablo, sus miradas se encontraron y rieron en complicidad. Seguro pensaban algo así como “¿ves? Te dije que era bien maricón” o algo así, pero me importó muy poco. Retiré la prenda, dejando al descubierto un boxer rojo debajo del cual se erguía un gran paquete que palpitaba a todo lo daba. Me incliné hacia él y le di un beso instantáneo por encima de la prenda, para luego levantarme.

- No te hagas de la boca chiquita – dijo ella al tiempo que metía su mano debajo del boxer para sujetar el miembro de su amante y someterlo a un suave vaivén. Quedé absorto mirando por primera vez cómo mi mujer masturbaba a su macho. Con su otra mano bajó la prenda para dejar al descubierto la palpitante carne.

- Pídele al señor permiso para besar su miembro, me dijo imperativa.

- ¿Me permite besar su miembro, señor? – obedecí después de unos instantes de titubeo.

- ¡Claro! – dijo sonriente. Me agaché de nuevo y volví a besar su verga, esta vez piel a piel. Una vez más, sus cómplices miradas burlonas se entrecruzaron.

- ¿Un beso nada más? ¿No se te antoja lamerla un poco? – dijo él, para mi sorpresa. Volteé la mirada hacia Mónica. Encontré su sonrisa burlona que parecía decirme “¡eres tan maricón!”. Luego sujetó el miembro de su macho y me lo ofreció, como quien ofrece una banana. Me agaché de nuevo hacia el miembro y comencé a lamerlo tímidamente.

- Abre la boca y trágatela, marica – dijo él. Obedecí y empecé a engullirle. Él sujetó mi cabeza e inició movimientos pélvicos violentos, con la energía con la que un perro folla a su perra. Poco a poco fue haciendo sus acometidas más profundas, hasta que su capullo comenzó a golpear el fondo de mi garganta, provocándome una sensación de vómito que hizo levantarme, haciendo que los dos soltaran una carcajada.

- Bueno, a lo tuyo, Maruja. Ver por una escoba y ponte a barrer la recámara, que el señor y yo tenemos cosas que hacer – dijo ella en cuanto me vio recuperado. Al instante siguiente se besaba apasionadamente con su macho.

Acudí al cuarto de enceres y cuando regresé con escoba y recogedor en mano, ella le hacía una mamada de campeonato, cuya fruición se hizo aún mayor al verme entrar, como si quisiera enfatizarme que con su macho sí gozaba. Por mi parte me puse a barrer, resignándome a mirar de reojo para no ser regañado de nuevo.

- ¿Y los tacones? – me preguntó él al verme sin ellos.

- Me los quité porque me quedan chicos y son incómodos para hacer labores, señor – contesté.

- Póntelos inmediatamente, que no estás para comodidades, sino para trabajar como se debe – replicó déspota.

Obedientemente, me volví a poner los zapatos de tacón, con la incomodidad que ello implicaba, y reanudé la labor doméstica.

- Quítale las bragas a la señora, que voy a darle lo que en esta casa no le pueden dar – dijo después de unos minutos de descarado magreo.

Obedecí, y en seguida él la recostó sobre la cama, abrió sus piernas y comenzó a mamarle el chocho. Ella siguió en su papel de disfrute pleno, gimiendo y retorciéndose al tiempo que con manos y lengua él la atiborraba de placer hasta hacerla llegar a su primer orgasmo.

- Métemela por favor, quiero sentir dentro a mi hombre – le dijo ella después de un rato. Él dejó de lamerle el chocho para subir gradualmente por su vientre, pasar por sus senos, llegar a su boca y, finalmente, penetrarla por primera vez ante mi vista. Ya sabía yo que se la follaba sin condón, pero no dejó de llamarme la atención lo permisiva que era ella para con él.

“¿Tanto para un simple misionero?”, pensé en ese momento. Obviamente pensaba a lo tonto, pues a este inicio simple le siguió una follada de campeonato. Ya se la enchufaba como perra, ya se la cogía bocabajo, ya hacían un 69, ya lo cabalgaba ella. Se trataba de una entrega mutua como jamás se había dado entre ella y yo. Los orgasmos de mi mujer se sucedieron uno tras otro, y los gemidos no pararon por espacio de una larga hora en la que yo simulaba barrer la recámara mientras mi esposa y su amante disfrutaban a plenitud.

Comprendí en ese momento a qué se refería ella cuando me decía que jamás le pidiera que dejara a “su hombre”. Era claro que el sujeto sabía tratarla en la cama y, por su actitud, ella parecía una adicta al sexo que pedía más y más, como jamás lo hizo conmigo.

Después de lo que bien pudieron haber sido unos seis orgasmos, él comenzó a masturbarla al punto de hacerla eyacular, lo que yo jamás había hecho, ni intentado siquiera. Había leído sobre esto de la eyaculación femenina y pensaba que era sólo un mito, pero ahí estaba la realidad, ante mis ojos, en transparentes gotas que embadurnaban el edredón de la cama. Para finalizar la sesión, él se colocó recostado detrás de ella, le levantó la pierna y la penetró por enésima vez. A pesar de llevar más de una hora de acción intensa, arremetió como si apenas comenzaran. Un par de minutos más tarde paró sus arremetidas, en evidente señal de que estaba descargando su semen dentro de ella. Mi mujer, en tanto, vehementemente le decía algo así como “sí, papito, sí, dámela toda…”. Cuando pareció haber hecho su descarga, el sujeto sacó poco a poco su miembro del chocho de mi mujer, y una vez afuera, lo restregó contra la entrepierna de ella, como si quisiera dejar sobre ella hasta la última gota. Ella ronroneaba y sonreía, en una expresión de felicidad que nunca antes le había visto.

Obvio es decir que desde hacía rato había yo dejado de hacer “labores de limpieza”, absorto en lo que ocurría sobre mi cama. Cosa que notaron ellos una vez terminada su faena.

- Anda, no te quedes ahí, sin hacer nada, limpia con tu lengua el coño de la señora – me dijo él al tiempo que mi mujer se abría de piernas hacia mí, adornando su rostro con una burlona sonrisa. A esas alturas no me sorprendió en nada esta solicitud y hasta me pareció obvia. “Pídeme algo original”, pensé, pero reaccioné con obediencia. Me coloqué entre las piernas de mi mujer, me incliné y comencé a lamer sus labios vaginales. Ella me sujetaba firmemente por la nuca, como asegurando la fricción de mi lengua contra su chocho. Luego me hizo que me recostara boca arriba y se sentó sobre mi cabeza, asegurando el contacto de su vulva contra mis labios. Era evidente que buscaba que el semen que se alojaba en su vagina escurriera hasta mi boca.

- Trágate el semen de mi macho, mariquita – me decía mientras restregaba su entrepierna contra mi boca y el líquido mucoso, todavía caliente, escurría hacia mi boca lentamente. Yo lamía y engullía, mientras ellos se secreteaban y se reían de mí.

- ¡Ahora limpia la pija del señor! – me dijo imperativa al tiempo que se levantaba. Hice lo propio, e instantes más tarde me encontraba mamando de nuevo la verga del sujeto que se había vuelto dueño de mi mujer.

- Tan mosca muerta que empezó y ve ahora cómo se la traga jajaja – decían burlones. Ciertamente algo dentro de mí me hacía mamar con mucha fruición aquella verga. Quizá el hecho de verla tan erguida a pesar de haber acabado de eyacular, no sé.

- A ver, querida, dale la polla que el mariquita se mete por el culo, para que nos dé una demostración – dijo él refiriéndose al dildo que mi mujer me había regalado meses atrás. Ella sacó del closet dicho aparato y me lo extendió.

- Ya oíste al señor, golfilla, muéstrale cómo lo haces, para que se ría un poco – me dijo.

¡Puta madre! La tarde noche había estado llena de humillaciones, pero por un instante ésta me pareció excesiva. ¿Meterme el dildo por el culo delante del amante de mi mujer… “para que se ría un poco”?

Sin embargo, es difícil de explicar, en ese momento habría hecho cualquier cosa que me hubieran pedido, es como si estuviera hipnotizado. Estaba siendo humillado y lo estaba disfrutando horrores. Quién sabe qué oscuros procesos mentales me habían convertido en un títere, en alguien sin voluntad y atado a los deseos de quienes me humillaban. Ciertamente, digno de estudio psiquiátrico.

Tomé el dildo en mis manos, me paré de la cama para sacar del clóset un gel que hace más posible y disfrutable la penetración, lo unté en el aparato, me quité las bragas, me recosté de nuevo en la cama y empecé a metérmelo poco a poco, ante la mirada burlona de mis espectadores.

- Vaya, es aún más chiquita de lo que me habías dicho jajaja – decía él refiriéndose a mi polla.

- Míralo, seguramente se está imaginando que es tu carne - le dijo ella.

- Jajaja, ¡tuviera tanta suerte! – respondió él.

Puse el vibrador a toda su intensidad y me empecé a masturbar, ante la mirada divertida de ambos. Debieron de haber transcurrido unos pocos minutos, cuando los chisguetes de semen comenzaron a brotar de mi polla, cayendo las primeras gotas hasta mi rostro y embadurnando el resto del líquido mi pecho.

- Jijiji, con una polla en su culo se viene rápido, la muy puta – comentó ella.

- Bueno, Maruja – dijo ella tras un breve receso en el que ellos se estuvieron morreando mientras yo me limpiaba el pecho y descansaba un poco -, estuvo divertido pero ve ahuecando el ala, que el señor y yo vamos a vestirnos porque saldremos a bailar y cenar. Cuando regresemos deberás estar ya dormida en el cuarto de servicio. Para mañana queremos que nos traigas el desayuno a la recámara. ¿Okis?

¿A su regreso debería estar “dormida” en el cuarto de servicio? ¡O sea que el “señor de la casa” no sólo venía a follarse a mi mujer, sino a dormir en mi propia cama! Pero, como es de suponer, sólo asentí obedientemente y salí de la recámara para que los “señores” se arreglaran para su cena.

- Se te olvidan tus calzones jijiji – me dijo ella al tiempo que me aventaba a los pies las bragas que minutos atrás me había quitado. – Póntelos, no seas guarra jijiji. Y ve a regar el jardín.

- ¿Regar el jardín ahorita?

- Eres igual de quejumbrosa que Petra, nuestra chacha jiji. Sí, ahora mismo, y así, como estás, no vayas a hacer trampa poniéndote algo encima, como cuando fuiste a la tienda, no creas que no te vimos jijiji.

- ¡Y nada de quitarte los tacones! – completó él, riendo.

El problema de regar el jardín es que éste puede verse desde afuera de mi casa, lo cual realmente es un problema pues alguien podría verme en paños menores de mujer desde la calle. Sin embargo, ya era de noche y estaba oscuro, así que en eso confié. Me senté en la sala a descansar y cuando oí que bajaban, me apresuré a salir y hacer como que regaba el jardín, pero no contaba con que ellos prenderían la luz de éste. En cuanto lo hicieron, me apresuré a ocultarme tras un arbusto, exhibirme así ya era demasiado. Ellos sólo rieron y caminaron hacia la puerta abrazados como novios en celo. Ella vestía putísima, con una minifalda descarada, una blusa entallada que dejaba ver buena parte de su hermoso par y tacones altos que levantaban preciosamente su trasero. Antes de abrir la puerta se morrearon unos instantes, luego ella se despidió sonriente haciéndome cuernos con su mano.

Me metí a la casa y de nuevo me vino esa sensación extraña, propia de cuando me quedaba solo estando ella en plena juerga. Una y otra vez me preguntaba si aquello estaba bien. Quiero decir, jamás tuve duda de que era algo muy delicioso, pero me preguntaba si no había algo que yo no viera, algo que fuera a propinarme una desilusión en el futuro. Pero la tarde había estado muy activa y yo estaba cansado y con los pies adoloridos, así que la reflexión no pasó a mayores y me fui al cuarto de servicio, como se me había ordenado.

El cuarto de servicio es una pequeña recámara con baño que está al fondo de la casa, pasando el jardín trasero. Como no tenemos sirvienta de planta, es utilizado por la sirvienta que viene por las mañanas de lunes a viernes, para dejar sus cosas o tomar algún descanso. Jamás se me habría ocurrido husmear el lugar, pero ya que se me había confinado ahí, me puse a curiosear. En el clóset había unas pocas prendas de la sirvienta, entre las que destacaban unas bragas usadas, aunque no sucias. ¿Qué hacían ahí, dado que la mujer era de entrada por salida? Supongo que algunas veces se cambiaba al terminar el día, para salir a dar la vuelta, no sé.

Seguí husmeando, y en el cajón del buró encontré una pila de revistas de chismes de espectáculos y debajo de ellas varias cartas. Sé que no se debe leer correspondencia ajena, pero ja, un transgresor como yo no podía darse el lujo de pasar por alto la oportunidad de asomarme a la vida de la mujer. Pero bueno, nada que llamara mi atención, salvo un par de cartas, aparentemente de su novio, que trabajaba de mojado en el país del norte. En ellas le decía cursilerías con una ortografía para llorar, pero me llamó la atención una línea en la que le pedía que le platicara más sobre “la puta de tu patrona y su pobre cornudo”. ¿Cómo es que la chacha sabía sobre esto? Lo ignoro. Quizá la oyó platicar por teléfono con su amante o algo así.

En fin, me metí a la cama y no supe de mí hasta el día siguiente, había sido un día algo movido. Lo primero que me vino a la cabeza al despertar fue la duda de qué habría pasado con mi mujer y su macho, así que me levanté, crucé el jardín trasero y entré a la casa. Subí las escaleras sigilosamente y me asomé a la recámara principal. Ahí estaban durmiendo abrazados. ¡Abrazados! Yo jamás he podido dormir abrazado con mi mujer, ¡me acalora!

Bueno, me metí a bañar, me vestí como cualquier sábado y me metí al estudio a leer un poco. Por ahí de las 12 del día escuché unos gritos…

- ¡Maruja! ¡Maruja!...

Acudí a la recámara para ver qué se les ofrecía a los “señores”.

- ¿Pero qué haces? ¿Por qué no te has puesto tu uniforme de sirvienta? – me dijo ella en tono molesto.

- ¡Y ve nada más! ¡Ni siquiera te has pintado! Ve a cambiarte y maquillarte inmediatamente – me dijo al tiempo que me señalaba su kit de maquillaje, como indicándome que lo tomara y me fuera a pintar. Obedecí y acudí al baño, donde había dejado mi “uniforme”.

- ¡Y no olvides los tacones y el desayuno a la cama! – gritó él, antes de soltar una carcajada burlona, en cuanto salí del cuarto.

El “juego” regresaba, aunque ya no me estaba pareciendo tan divertido. No obstante, decidí seguir por el momento. Me puse la ropa “de trabajo” y medio me maquillé como pude.

- ¿Qué desean los señores para el desayuno? – les dije una vez que regresé a la recámara vestido y maquillado.

- Olvídalo, vamos a ir a desayudar a un restaurant, no queremos dolor de panza al rato – dijo ella riendo. - Sólo dale su besito de los buenos días a la polla del señor… - metió su mano debajo del pijama de él y sacó su polla ofreciéndomela de nuevo.

- ¿Qué esperas? – me dijo al verme inmóvil. Me acerqué al fulano, me incliné ante él, y besé de nuevo su miembro.

- Está un poco flácido porque ayer me dio lo que en estas semanas nadie en esta casa me había dado. Acaríciala para que se levante –  me dijo.

Comencé a masturbarlo. Poco a poco la polla del macho de mi mujer fue retomando su tamaño. Cuando estuvo erguida la engullí sin que me lo pidieran.

- La mariquita está aprendiendo – dijo él burlonamente. Ella rió a carcajadas. Yo seguí mamando como poseído.

- Jajaja has de querer tu ración de lefa, - me dijo después de un par de minutos de mamársela - pero tendrás que chuparla del culo de la señora, porque es ahí donde la descargaré esta vez, Maruja. Así que ya deja de mamármela. Párate en el rincón y observa cómo disfruta la señora con mi polla.

Y diciendo y haciendo, me apartó de él y se acercó a mi mujer para abrazarla y besarla. Ella se le entregó lascivamente y al instante siguiente se frotaban como novios en celo dando inicio a un nuevo festín. Tras una media hora de follársela en varias posiciones y regalarle varios orgasmos, tomó un lubricante que había sobre el buró, colocó a mi mujer bocabajo, abrió sus piernas y comenzó a untar el lubricante en su culo. 

Al ver a mi mujer así, tan entregada, tan anhelante del sexo anal, no pude menos que evocar las tantas veces que le insinué follármela por el culo obteniendo de ella una contundente negativa. Ya sabía yo que su amante se la follaba por el culo desde la primera vez que se reencontraron, es algo que había quedado guardado en su conversaciones del Messenger, pero verlo yo mismo era muy distinto. ¿Por qué a él sí y a mí no? Me preguntaba, pero la respuesta era obvia: el culo es de quien lo trabaja. Era evidente que el dominio de las artes amatorias del fulano había abierto todas las puertas de mi mujer. Le había enseñado a disfrutar de esta variante del sexo y, mientras que hacerlo conmigo le habría resultado un sacrificio que no estuvo dispuesta nunca a asumir, hacerlo con él representaba, seguramente, un gran placer.

Se colocó entre sus piernas, las abrió un poco más, acercó su falo hacia el orificio anal de mi mujer y comenzó a penetrarla suavemente. Ella gemía al tiempo que él empujaba hasta sentirse completamente dentro de ella. Luego empezó a follársela, primero con un ritmo lento, que fue incrementando gradualmente. Ella, en tanto, se las arreglaba para acariciarse el clítoris al tiempo que sentía aquella gorda polla ocupar su culo. Debieron ser de cinco a diez minutos de arremetidas constantes, hasta que finalmente Juan Pablo comenzó a tener las contracciones propias de quien tiene un orgasmo. Gemía de satisfacción conforme depositaba en ella cada descarga, poco a poco fue sacando su polla para asegurar que los últimos chisguetes quedaran a la entrada de su culo, donde frotó su pene para untar hasta la última gota de su semen. Habiendo hecho esto, volteó hacia mí, y señalando el culo de mi mujer, me dio a entender lo que debía hacer: lamérselo. Se recostó junto a ella, quien levantó su culo como diciéndome “todo tuyo, maricón”. Yo lamí y lamí, como poseído. No es que la lefa sepa bien, para nada. Su consistencia es mucosa y estando todavía caliente provoca cierto rechazo, pero no es por su sabor que uno la engulle, es por el placer que da la humillación de lamer el semen del macho puesto en el culo de la esposa de uno.

Después de un rato de lamer sentí el impulso de mamarle la polla a él, así que abandoné el culo de ella y me dirigí a engullir la polla, ya un poco flácida, del amante de mi mujer. Ellos rieron, supongo que les divertía verme totalmente perdido en este depravado juego de cuernos.

- Bueno, Maruja, ya limpiaste lo suficiente, mereces el título de “la más guarra” – me dijo ella después de un rato, como dando por terminada la sesión -, puedes regresar a tus labores, que el señor y yo nos vamos a arreglar para salir a dar la vuelta y comer algo.

Salí de la habitación obedientemente y me refugié en el cuarto de huéspedes. Los oía bromear, reír, platicar, como novios enamorados. Luego escuché la ducha, me asomé y pude comprobar que se habían metido juntos. Dentro seguían jugueteando y riendo. Creo que en ningún momento mi relación con Mónica había sido tan alegre como la que entre ellos se había desarrollado. Me dio gusto por ella, aunque por supuesto que no faltó esa sensación de derrota. Bajé para comer algo y regresé a la recámara de junto, me puse a ver la tele y quedé dormido. Desperté ya que había oscurecido, pero se oía un silencio absoluto. Me levanté para comprobar que los tórtolos no habían regresado aún de la parranda a la que habían salido hacía rato. Apenas eran las 8 de la noche, así que seguramente iban para largo rato. Me puse a imaginar lo que estarían haciendo, a evocar las folladas que le puso su macho en las últimas horas y la humillación que los dos me propinaron… no pude menos que hacerme una paja con tanta excitación. Luego cené algo y me volví a dormir.

Al día siguiente me despertaron los gemidos de mi mujer. Su macho se le estaba follando de nuevo. Tenía que ser su despedida, pues él tenía que salir temprano hacia su ciudad. Dudé de si Maruja se debía presentar ante los señores en ese momento, pero se veía que llevaban rato follando y si no me habían llamado sería porque no requerían mi presencia… además de que como toda buena chacha, el domingo era mi día de descanso jeje. En fin, me quedé en la cama escuchando la follada por un rato, luego él se despidió y se marchó. Después ella entró semidesnuda a la recámara en la que yo estaba, luciendo una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Cómo la pasaste? – le pregunté estúpidamente, su rostro de felicidad lo decía todo.

- Muy padre, cariño, muchas gracias. Te traigo tu regalo por haberte portado tan bien – respondió sin perder la enorme sonrisa. Y sin más, me pidió que me recostara boca arriba en la cama y se colocó sobre mí de manera que su chocho hiciera pleno contacto con mi boca. Seguramente serían las últimas instrucciones de su macho, “ve y restriégale tu coño en su boca para que se coma mi semen”, o algo similar. Yo me di vuelo lamiendo como poseído. Después de un rato ella se levantó, me dio el ya tradicional par de besos en la frente y se metió al baño. Había terminado el depravado fin de semana.

Cuckold Survey 2018 - Preliminary Results

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.